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Reflexiones Sobre Time Management – Cómo Dejar De Hacerse Trampa En El Solitario

Una mirada sobre nosotros y el tiempo

Algunas ideas para reflexionar sobre como asumimos nuestra relación con el tiempo y dónde debemos poner el foco para hacerlo más productivo.


 “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”

Desde mucho antes que se escribiera este pasaje del libro del Génesis, los hombres y las mujeres nos disponemos al trabajo en los más diversos escenarios.

Científicos, amas de casa, operarios de planta, managers, vendedores, gobernantes, voluntarios, destinan muchas horas de su día al trabajo.

Todos los que trabajamos requerimos de insumos físicos o materiales para hacer nuestra tarea:

  • reactivos químicos
  • energía
  • información
  • papel

Todos estos insumos pueden variar en su calidad y confiabilidad,  se acaban, se dañan, se humedecen o se vuelven obsoletos. En todo ellos hay una constante: son limitados. No son infinitos, ni eternos y algunos no son renovables.

“El tiempo es tirano”

El recurso no renovable por excelencia –y limitado con la misma vara para todos- es el tiempo:

  • pensar lleva tiempo
  • comunicarse lleva tiempo
  • leer lleva tiempo
  • contestar el correo lleva tiempo
  • leer y escribir reportes lleva tiempo
  • escuchar y comprender lleva tiempo
  • explicar una tarea a un colaborador lleva tiempo
  • participar de una reunión lleva tiempo (y no siempre productivo)

Además, cada una de estas actividades puede hacerse bien o mal:

  • en la algunos de los casos hacerlo bien requiere más tiempo
  • la mayoría de las veces hacerlo mal implica que alguien lo haga por segunda vez (Ud. mismo u otros) o invertir tiempo en reparar el error

A más tardar cuando llega el final del día descubrimos que el tiempo también es limitado. Se acaba. Aún cuando nosotros no hallamos  terminado con todo lo que planificamos hacer (más lo que otros pudieron agregar a la lista).

Sabemos que cada una de las actividades que realizamos consume tiempo y que este tiempo se acumula, y una vez acumulado puede medirse en horas trabajadas en el día (9, 12, 15 o 18 –subraye la opción que le cabe-).

También sabemos por experiencia que a la lista de actividades que cotidianamente planeamos hacer, se suman actividades que otros -explícitamente o no- esperan que hagamos (desde preparar un informe hasta participar del comentario de un gol o una película).

“Mira la hora que se hizo!!”

Estudiamos alguna vez que las antiguas comunidades -que desde nuestra cultura consideramos primitivas- adjudicaban vida propia a las cosas y les atribuían responsabilidad en la determinación de su suerte.

Pensaban, por ejemplo, que si no honraban a la tierra con ofrendas adecuadas, ésta no sería generosa a la hora de la cosecha. Hoy los productores agropecuarios cambiaron rituales por fertilizantes y saben que de ellos depende elegir la mejor semilla, fertilizantes, y plaguicidas entre otros, insumos, en ocasiones nosotros parecemos creer que el tiempo tiene vida propia, que “se va volando” y que somos victimas inermes ante sus caprichos.

Hacerse cargo de que el tiempo pasa al mismo tiempo para todos y que cada hora dura igual en todos los relojes es difícil, porque implica asumir que el enemigo no está afuera. Que aún repletos de condicionamientos, preservamos un espacio de libertad para elegir en que usar el tiempo que tenemos (aún cuando sólo se trate de optar por donde empezar, de entre una lista de cosas que de todos modos tengo que hacer)

Si así fuera una caminata por los pasillos nos permitiría escuchar:

  • no logré aprovechar bien el día (en lugar de: “mirá la hora que se hizo”)
  • ocupé más tiempo en hacer este informe del que había previsto (en lugar de: “el tiempo vuela”)
  • llegué tarde al trabajo porque no salí con el tiempo suficiente (en lugar de: “el tránsito está cada día más pesado”)
  • estoy atrasado en el cumplimiento de mis objetivos anuales (en lugar de: “cuando te querés acordar se fue el año”)

Hacerse cargo no implica desconocer que estamos expuestos a variables externas que afectan nuestro resultado. Más bien es ser responsable por todas aquellas variables que están dentro de nuestro dominio, incluyendo la capacidad de reconocer aquello que puede afectar nuestros planes y disponer acciones eficaces para protegerlos.

De nosotros depende.

Hacia el Compromiso Responsable ( o como evitar “hacerse trampa en el solitario”)

En la vida cotidiana hemos aprendido a medir con precisión algunas cosas:

  • en nuestra casa sabemos con exactitud cuánto girar la canilla de la ducha para lograr la temperatura ideal para el baño.
  • al conducir sabemos cuantos kilómetros podemos recorrer una vez que se encendió la señal luminosa de “tanque vacío” sin riesgo de quedar parados en medio de la ruta
  • … (cada uno podrá agregar otros ejemplos)

Este conocimiento nos permite programar tiempos, decidir acciones y tomar previsiones.

Conocer la propia capacidad de trabajo y la performance de las personas y recursos materiales que intervienen en la gestión nos permite:

  • asumir compromisos en forma responsable (decir que sí a un objetivo o una tarea que nos asignan y hacerse cargo por lograr el resultado esperado)
  • monitorear con indicadores objetivos su cumplimiento, anticipar desvíos y minimizar las consecuencias negativas
  • fijar límites claros y objetivos frente a lo que sabemos que no podemos lograr (decir que no en forma responsable, utilizando argumentos objetivos y señalando con presición hasta dónde nos sentimos capaces de hacernos cargo – “a qué podemos decir sí”-)
  • planificar con rigor la propia gestión, incrementar el control sobre los propios planes de acción y asesorar a los colaboradores en sus programas de trabajo.
  • mejorar los límites y la capacidad de trabajo (estableciendo objetivos de mejora, modificando métodos, hábitos y herramientas y midiendo el progreso de la performance).

 

En síntesis, se trata de:

  • Mirar el tiempo como recurso finito y atado a reglas independientes de la propia voluntad

  • Reconocer que los resultados que obtenemos son, en buena medida, consecuencia de lo que hacemos (hacerse cargo)

  • Medir la capacidad de trabajo (performance propia, del proceso y del equipo a cargo) para poder asumir compromisos responsables.

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