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El Desafío De Conseguir Resultados Conduciendo Un Equipo

Este texto busca compartir algunas observaciones sobre el desafío de habitar y actuar el rol de conducción, que se corresponden con las líneas de trabajo que proponemos como agenda en el programa de formación.

Se utiliza el término genérico “conductor” para hacer referencia al rol y función de dirigir un equipo de trabajo, y todos los señalamientos al respecto valen con independencia del nivel que se ocupe en la escala jerárquica (team leader, supervisor, jefe, gerente, o director).

La conducción es un rol clave que cada uno debe elegir actuar

No somos conductores por tener “personas a cargo”, sino por tener “una parte del negocio” a nuestro cargo.

Al asumir la función, un conductor se hace responsable por administrar una unidad acotada de producción o servicios para generar resultados comprobables, lo que le implica:

  • Conocer su negocio como nadie

Se espera que el conductor de un sector sea el primer experto en el negocio que gestiona. Dominar el propio negocio es:

  • conocer cómo se miden los propios resultados,
  • conocer la capacidad máximo de los equipos y procesos a cargo,
  • entender de qué variables depende que los alcancemos,
  • discernir cuáles están bajo el propio control y cuáles no,
  • reconocer los síntomas de los problemas para anticiparlos

 

  • Gestionar activos e insumos

La compañía nos confía máquinas, herramientas e insumos -que tienen un valor monetario-, para que los utilicemos del modo más eficiente para conseguir resultados.

Somos responsables por cómo se los utiliza y cómo se los cuida, y nos piden cuenta de ello.

  • Lograr resultados mediante el trabajo de otros

Al igual que al DT en el futbol, no nos pagan por hacer goles por nosotros mismos, sino por hacer que nuestro equipo convierta los goles (también cuando nosotros no estamos presentes).

Nuestra función es hacer que cada una de las personas de nuestro equipo respete reglas y aplique procedimientos para conseguir resultados sin que nadie se lastime.

Hablar claro a cada uno sobre lo que hay que hacer, enseñar lo que no se sabe, retar cuando se mete la pata, y felicitar cuando se alcanzan los logros, son acciones que ningún conductor puede delegar.

  • Tomar decisiones

Día a día hay que decidir cómo combinar los recursos disponibles para alcanzar los objetivos. Los cambios son constantes y desafían los planes previstos, lo que nos obliga definir prioridades y re planificar a cada momento.

Muchas veces no somos responsables por los cambios que nos afectan, pero siempre somos responsables de decidir cómo nos acomodamos a esos cambios.

También cuando nos supera el problema, somos responsables de decidir cuándo y a quién pedir ayuda.

  • Hacerse cargo y dar explicaciones

Los conductores estamos en la vidriera. Tanto nuestros resultados como las decisiones que tomamos son visibles por los demás e impactan en otros.

Todo lo que sucede en nuestro sector refleja la calidad de la conducción, sea el orden y limpieza, el respeto a las normas de seguridad, o el cumplimiento de objetivos.

Por todo lo anterior la conducción es un rol que debe ser elegido intencionalmente y asumido con pleno compromiso y entrega, a sabiendas de que es una función clave que requiere de una disposición y capacidades particulares.

 

La conducción es un vínculo que se actúa y se percibe

Si bien todos los avatares de gestionar el negocio son muchos y críticos, el principal desafío de la conducción es que es –ante todo- un vínculo con los demás.

La conducción es un rol que se ejerce en relación con otro. Es una relación que “gestionamos mientras trabajamos” –aún sin darnos cuenta- y que genera en los demás un impacto que se percibe y tiene consecuencias.

El desafío es cómo hacemos para que esa relación sea genuina y valiosa para ambas partes.

Así como en la vida cotidiana, llamamos “papá” a la persona que jugó en nuestra vida ese rol sin importar lo que diga examen de ADN, del mismo modo y para cualquier trabajador, es la experiencia de un vínculo genuino y capaz de agregar valor, lo que hace que un conductor sea algo más que la persona que está arriba de uno en el organigrama.

Bien sabemos que no da lo mismo sentir que nuestro jefe está disponible para dar una mano, que saber que te las tenés que arreglar solo, o sentir que es alguien en quien podés confiar y no alguien de quien te tenés que cuidar.

También tenemos que asumir que gestionar vínculos es administrar conflictos.

Cada uno de nosotros tiene sus propios intereses y objetivos personales que deben ser articulados con los objetivos de los demás y con los objetivos de la compañía.

El conductor representa a la compañía frente a su equipo y tiene como primer desafío “marcar la cancha”, es decir, fijar claramente las reglas de trabajo y ser consistente en su cumplimiento y exigencia.

Este acuerdo claro entre el conductor y cada colaborador es el punto de partida para desarrollar un vínculo adulto, amigable y a la vez productivo, donde las partes se pueden mover con autonomía y reclamarse eventuales incumplimientos sin temor a debilitar la relación.

Esta capacidad de reclamar cuando algo está mal es la prueba de madurez del conductor, y a la vez, la posibilidad de convertir una metida de pata en una oportunidad de aprendizaje.

También es un desafío para el conductor hacer un contrato claro con su propio jefe. El momento de establecer los objetivos es la oportunidad para plantear con claridad las propias posibilidades de cumplirlos y negociar los recursos necesarios.

Cultivar un diálogo franco para discutir recursos y resultados es un trabajo arduo y permanente y resulta clave para actualizar los acuerdos a medida que cambian las condiciones de trabajo.

Lo mismo vale para los acuerdos con los colegas y proveedores o clientes internos de otros sectores.

Nos necesitamos mutuamente y trabajar juntos no es una elección sino una obligación. Cada día estamos desafiados a gestionar positivamente estos vínculos pidiendo claro, argumentando con razones cuando se discute, abriendo la cabeza a las razones del otro, reclamando con respeto y firmeza cuando alguno no cumple, y renegociando los acuerdos todas las veces que sea necesario

Gestionar los vínculos con colaboradores, jefes y colegas es un trabajo en sí mismo, al que hay que dedicar tiempo y que requiere de capacidades personales tan valiosas como las habilidades técnicas.

El desafío es hacer del trabajo junto a los demás una ocasión de cultivar vínculos verdaderos -no actuados-, que nos hagan sentir mutuamente disponibles, y multipliquen las voluntades y capacidades logrando de los que todos nos podamos sentir orgullosos.

 

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