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Liderar En Las 3 Olas Del COVID-19

Hace pocas semanas un tsunami llamado COVID 19 nos arrancó de la orilla de la estabilidad a la que nunca pudimos regresar.

Lo vimos acercarse sin certeza de sus plazos, y en un abrir y cerrar de ojos estábamos en cuarentena, algunos conservando su tarea, pero exponiéndose al riesgo, otros obligados a mudar el trabajo a casa, o directamente poniendo la actividad en suspenso sin saber hasta cuándo.

 

La 1ra ola

La fuerza del tsunami nos arrastró aguas adentro dónde no hacían pie ninguna de nuestras certezas, hábitos y rutinas.

Flotamos como pudimos en medio del shock y buscamos afanosamente tabla de salvación en las herramientas y recursos que nos permitieran seguir trabajando, mientras, tanto la proximidad como la distancia -ambas obligadas-, nos hacían recalcular la convivencia con los seres queridos.

A los líderes les tocó el desafío de contener, dar provisorias certezas, entender el impacto de la crisis en cada colaborador, tirar salvavidas y ayudar a que cada uno se mantenga a flote, en medio de la propia incertidumbre.

También les tocó volver a priorizar y replanificar, ajustar el contrato de desempeño según las posibilidades de cada uno y, a la vez, desafiar las capacidades y la velocidad de adaptación.

Tuvieron que aprender a ser más empáticos, a decir: ¿cómo están?, o ¿te puedo llamar?, antes del primer chat de trabajo, a compartir más información, a no esperar siempre una respuesta inmediata (que no siempre es imprescindible), y a hacerse cargo de que la propia necesidad o urgencia no incrementa mágicamente las posibilidades del otro, y resignarse a que algunas cosas quedarán sin hacer en el plazo deseado.

 

La 2da ola

Pasaron los días y la gran mayoría comprobamos que aquello a lo que logramos aferrarnos nos mantiene a flote.  No confortables, pero vivos y relativamente productivos.

Para algunos la “tabla de salvación” fue encontrar una rutina posible y cumplirla, para otros obligarse a no estar en todo el día en pijama, descubrir Zoom, o aprender a fijar límites cuándo todos piden algo a la vez.

La nota común es que salimos de la parálisis, no sólo flotamos, también nadamos, y hasta le vamos tomando el ritmo a la brazada para volver a la costa, aunque todavía no podemos verla ni sabemos a qué distancia se encuentra.

Para los líderes con equipos en actividad, el cuidado y la mejora de las medidas de protección siguen siendo la prioridad, cabeza a cabeza con el desafío de la productividad, que también desvela a quienes tienen sus equipos en home office.

Es el momento de estandarizar lo que funciona (aunque sea precario), de “marcar el ritmo” de la brazada -el mejor posible para cada nadador-, fomentar el entrenamiento cruzado o la producción de tutoriales para incrementar la polivalencia, desafiar a la autonomía con conversaciones breves para ajustar contrato cada día, y rutinas de seguimiento y control para medir avance y ajustar el plan según las contingencias.

Para quienes tienen su actividad en el freezer (gastronomía o retail, entre muchos otros) el desafío es mantener la pertenencia y cercanía con el equipo. Algunos líderes han descubierto que es el momento ideal para hacer aquello para lo que nunca hay tiempo, como documentar procesos, hacer instructivos, o costear recetas.

También todos es momento de estimular el ingenio y la creatividad, e involucrar al equipo para volver conjugar saberes y herramientas que atenúen el impacto de las condiciones perdidas o permitan una contribución de mayor calidad.

En resumen, es estar presentes, asegurar los resultados, involucrar, contagiar a cada uno con las buenas recetas del resto, y seguir desafiando a la mejora para estabilizar los resultados al nivel más alto posible.

 

La 3ra ola

La orilla hacia la que nadamos existe y vamos a alcanzarla inexorablemente, aunque no sepamos cuándo. Pero la certeza de su existencia convive con otra certeza: la vida allí no va a volver a ser igual.

En algunas semanas se levantará el confinamiento, y nos asomaremos a un escenario económico que asusta tanto como la pandemia. Para la gran mayoría de los negocios tendrá forma de serias dificultades financieras, un mercado de consumo empobrecido, o problemas de abastecimiento, entre muchos otros eventuales desajustes estructurales.

Va a ser -o ya lo es- el momento de activar en el rol de “diseñador” que tan sabiamente asignaba P. Senge a los conductores en su obra “La V Disciplina”.

Es muy probable que un descongelamiento progresivo de la cuarentena, obligue a muchas industrias a desdoblar turnos y operar líneas de producción con menor dotación, con el desafío de entregar el mismo volumen con recursos acotados. Los comercios tendrán que aprontarse para vender on line y hacer delivery para no quedarse fuera del mercado, lo que implicará una nueva manera de gestionar el negocio y nuevas competencias para todos los actores.

Es difícil planificar en la incertidumbre, pero habrá que involucrar a muchos en la conversación, construir escenarios, y capitalizar lo aprendido en este tiempo para elegir el nuevo modo de trabajar el día después, y prepararse ahora para abordarlo a pleno desde que pongamos el primer pie en la orilla.

Revisar los costos será un mandato obligado, y recortar la plantilla debería ser la última de las opciones. Bien sabemos que antes del tsunami muchos de nuestros procesos tenían “desperdicios” (demoras, sobre stocks, retrabajos, etc.) que fueron disimulados porque los números “cerraban”.

Los nuevos hábitos y prácticas harán posible que la cultura de la otra orilla sea más ágil, con colaboradores más autónomos, involucrados y reconocidos, con líderes más serviciales y mejor dispuestos a aprender y ayudar a aprender.

Cada uno elegirá el cuándo, pero creo que es momento de mudar el “comité de crisis” en “comités del día después”.

Dedicar un rato ahora -o muy pronto- a pensar de modo sistemático en el día después junto con el equipo, va a ser indispensable para sobrevivir en el futuro, y además poder ser reparador.

Trabajar con la certeza de la vida en la orilla -aun desconociendo su geografía-, darnos permiso para elegir cómo volver a trabajar, y buscar el mejor modo de capitalizar todo lo que aprendimos, será un ejercicio positivo que energizará nuestras cabezas y corazones para ayudar a sobrellevar el presente.

 

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