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Lo Que Diferencia Al Líder De Una Balanza

¿Cuántas veces, conduciendo colaboradores o equipos, nos sentimos como la balanza?...Lograr resultados a través del trabajo de otros está plagado de desafíos.

Por María Victoria Yanno*

No solo los que conlleva el diseñar adecuadamente el espacio para que el colaborador pueda desenvolverse en la tarea que le toca, que de por sí es todo un capítulo. También hay conseguir que lo haga, y seguramente no de cualquier manera.

El líder, cuanto más formado más anticipa los posibles escenarios y se prepara.

Diseña un plan para su equipo, traza objetivos claramente comunicables, observables y medibles -porque seguramente ya hizo ese taller-    y reúne información que pueda esclarecer el panorama al colaborador – porque ya sabe que un adulto hace mucho mejor su trabajo cuando comprende las razones de lo que se le solicita. La verdad, se siente muy bien preparado.

En un alarde de comunicación planificada -sacando brillo a otra manzana de los talleres para lideres- junta todos sus datos y los presenta al colaborador con la mejor intención de compartir con él su mirada de la situación. Son datos, puros y duros. ¿Quién los pondría en cuestión?…

Pues bien, pronto recibe la respuesta que la señora le da a la balanza. Desconcierto. ¡Siente que tiene razón! Que los datos, elocuentes por sí mismos, debieran entrar en la consideración del conducido. El líder pretende reflejar fielmente sus procederes y resultados y le retrucan que no comparte su opinión. ¡¡No es su opinión, SON DATOS!!

El líder víctima de las circunstancias se desmoraliza, aparece la queja, “No hay receptividad!” … ”No quieren escuchar”…”Está negando lo que le digo”. La idea escondida detrás de esa queja es que por sólo ver el peso que la balanza arroja, el otro debe comprender que está excedido de peso y tomar las medidas adecuadas en sus hábitos alimenticios para modificar esa situación. El líder que no se mueve de esa posición se convierte en la balanza, un objeto inanimado que por sí mismo no puede provocar un cambio.

Es previsible que el otro no tenga ganas de subirse a la balanza. El reflejo de la realidad que se muestra no siempre es bienvenido. Y por mucho que sienta que la razón me asiste, el problema de conseguir que el colaborador opere, persiste.

Si el colaborador no está receptivo ¿de quién es el problema? La balanza no necesita nada de la señora. Nosotros generalmente necesitamos algo del otro. El problema sigue siendo del líder.

Sería entonces interesante que ingresen un par de preguntas: ¿Cuánto de mis razones mueve los resultados de mis colaboradores? ¿Como hacerme cargo del problema que la falta de permeabilidad del otro me plantea?

Ingresando esas preguntas en el análisis ya hemos dado un paso adelante, asumiendo la responsabilidad de provocar algo diferente en el colaborador. Porque lo importante no es mostrarle cuán fuera de peso está, sino cómo conseguir que haga algo diferente para cambiar ese peso cuando se baje de la balanza.

El desafío es de comunicación, es ayudar a escuchar. Es provocar el darse cuenta. Habrá que explorar cuáles de las razones propias tienen resonancia con las razones de cada colaborador, para que la necesidad del cambio tenga motores propios en cada colaborador, para que la discusión pase por qué necesitamos frente a este escenario, y no por la validez o no del escenario en sí mismo.

*Consultora especializada en facilitar procesos de comunicación y en el fortalecimiento del desempeño de equipos operativos, comerciales y de conducción.

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