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“Los Bonus De Los Ejecutivos Destruyen Las Compañías”

Henry Mintzberg (Montreal, Canadá, 1939) es una de las principales voces del management en el mundo

Fuente: http://economia.elpais.com/


No le gustan los MBA. No le gusta George W. Bush. No le gustan los disparatados bonus de los ejecutivos. No le gusta el enorme poder de las grandes corporaciones en nuestras vidas. Y sostiene, con alarma, que se están dando algunas condiciones en Estados Unidos similares a las de la Alemania e Italia de principios de los años treinta del siglo pasado. Desde la disidencia de la palabra, Henry Mintzberg (Montreal, Canadá, 1939) es una de las principales voces del management en el mundo. La más provocadora y una de las más lúcidas. Acaba de publicar un ensayo digital titulado Rebalancing Society: Radical Renewal. Y eso —asegura— es lo que urge: reequilibrar la sociedad y emprender un cambio radical. Ir más allá del centro, la derecha o la izquierda. Caminar. ¿Hacia dónde?

Pregunta. Sostiene que el management no es una profesión. Es práctica. ¿Qué significa?

Respuesta. Significa que no puedes ir a la escuela para convertirte en directivo. La única forma de aprender a gestionar una empresa es ser un gestor. Sobre todo es práctica. Imagine un triángulo. Arte, oficio y ciencia. No hay ciencia en la gestión empresarial; no es como la medicina. Esta usa mucho la ciencia. En el management hay poca. Está situado entre el arte y el oficio. Es experiencia. Algo que vives constantemente. Ni siquiera puedes explicar fácilmente qué es la gestión a alguien que no haya sido gestor.

P. Durante más de 40 años ha enseñado materias relacionadas con la gestión. Pero asegura que nada ha cambiado y nada cambiará en los próximos cien años.

R. Me refiero a que en lo fundamental no cambia la naturaleza de la gestión. La forma en la que tomamos decisiones no ha variado. Porque no es ciencia, está basada en la experiencia.

P. Es muy crítico con escuelas de negocios prestigiosas como Harvard o Wharton. ¿Por qué?

R. La mayoría de los estudiantes no tienen ninguna experiencia como directivos o gestores, y estos centros quieren dársela. Harvard lo hace a través de case studies. Selecciona a gente que no conoce la empresa, o sabe muy poco de su gestión, y la noche anterior se lee 20 páginas. Al día siguiente tiene que decir qué debería hacer la compañía. Nunca ha usado sus productos, nunca ha visitado las instalaciones de la empresa, nunca ha conocido a los clientes… Esta es la formación que llevó a George W. Bush a tomar decisiones sobre Irak. Para él, Irak fue un case study.

P. Algunos de sus colegas son muy críticos con usted. Dicen que solo destruye, que no propone un modelo alternativo. Defiéndase.

R. No es cierto. Empecé a ser atacado cuando comencé a criticar los MBA. La gente decía qué estaba haciendo yo para cambiarlos. Pero yo no tengo que hacer nada. Soy un profesor con derecho a criticar. No obstante, hemos creado una serie de programas que son diferentes de un MBA.

P. En el mundo hay cientos de estudiantes MBA. ¿Se equivocan?

R. Un MBA es bueno para la parte analítica de la gestión. Investigación de marketing, análisis financiero, contabilidad… En 1990 hicimos un análisis con los mejores graduados de Harvard; las superestrellas. En 2003 analizamos sus logros desde entonces. Todos con el cargo de presidente ejecutivo. Pues bien, 13 de ellos fueron un absoluto fracaso, cuatro “puede” y otros cuatro resultaron buenos. No es un gran éxito.

P. ¿Qué defiende en el ensayo digital que acaba de publicar?

R. En 1989, cuando se desmoronó el régimen comunista en Europa del Este, la reflexión en el Oeste fue que el capitalismo había triunfado. Esto es erróneo y peligroso. No fue el capitalismo lo que triunfó, sino el equilibrio. En la Europa del Este los países estaban totalmente desequilibrados hacia el lado del Gobierno. Debido a que ganó el capitalismo algunos pensaron que había equilibrio en el lado privado. Venezuela o Tailandia tienen problemas horribles. Pero ¿por qué apoyan a Gobiernos populistas? Porque se sienten excluidos de la riqueza. Lo ves también cuando analizas la desigualdad de los ingresos, sobre todo en Estados Unidos. ¿Y cómo lo reequilibras? Tienes que alejarte de las líneas: izquierda, derecha, centro. Debes mirar la sociedad como una silla con tres patas. Una es el sector público (tiene que ser respetado), otra el privado (tiene que ser responsable) y luego está el sector civil (ONG, sociedad), que ha de ser robusto.

P. ¿Qué responsabilidad tienen las grandes corporaciones en todo esto?

R. Vuelvo a 1989. La creencia fue que el comunismo se hundió por el Gobierno. Por lo tanto, todos los Gobiernos son malos y débiles. Y el sector privado empezó a tener más y más poder. Comenzó a controlar las Administraciones. Como en Estados Unidos. Fíjese en el lobby de las pistolas. No quieren dispararlas, son personas que quieren fabricarlas. Ahora controlan el Congreso. Esto sucede en muchos países. Un ejemplo. Hay una negociación entre la Unión Europea y Estados Unidos. Quieren poner en marcha una corte especial donde una corporación pueda demandar a un Gobierno por quitarle sus beneficios. Así que si la Administración canadiense aprueba una ley sobre el control climático puede ser demandada por una compañía que piense que le está arrebatando sus ganancias. ¡Es una locura!

P. ¿Por qué la sociedad ha consentido que las corporaciones tengan ese poder?

R. Porque en Estados Unidos, la Corte Suprema ha dado luz verde a que las multinacionales hagan donaciones políticas. Si eres accionista de una empresa tienes más poder que un ciudadano normal, ya que la corporación posee el derecho a hacer esas donaciones. Hay una cita que comparten Jefferson y Lincoln. Ambos coinciden en que las corporaciones van a destruir Estados Unidos.

P. ¿Qué efecto tienen en las empresas los altos salarios y bonus que cobran muchos ejecutivos?

R. Cualquiera que acepte ser pagado cientos de veces por encima que sus trabajadores no es un verdadero líder. Por eso solo hay unos pocos líderes en las compañías estadounidenses. ¿Cómo puedes dirigir una empresa y decir que eres cientos de veces más importante que tus empleados? Por qué no dicen lo contrario. Porque no se dirigen al Consejo de Administración así: “No me puedes pagar esas cantidades. Con esas cifras no puedo hacer que mis trabajadores se comprometan con el proyecto”. Los bonus de los ejecutivos destruyen las compañías.

P. Pese a todo, ¿es optimista sobre el futuro?

R. No. Pero podemos alcanzar un punto en el que la gente diga que ya es suficiente.

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