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Por Encima Del Talento Están Los Valores Comunes…

Marco Polo decía que un puente no está sostenido por una u otra piedra, sino por la línea del arco que ellas forman. Y en los equipos, sucede algo similar, ya que no es el eficaz ejercicio de liderazgo de quien lo conduce lo que permite que cumplan sus metas, sino el empuje de un conjunto de valores, ritos y sacrificios puestos de manifiesto en forma colectiva y consiente. Sin piedras no hay arco, concluía Marco Polo.

 

All Blacks, o el arte de cómo construir un equipo

Primero es elegir al jugador. No tanto el talento, sino la personalidad. Tampoco al más fuerte o al más inteligente, sino, parafraseando a Charles Darwin, al que mejor se adapte a los cambios. “Un jugador que hace grande al equipo es mejor que un gran jugador”. Los “cabrones”, directamente, no entran. Se respeta el proverbio árabe que dice: “Mejor mil enemigos fuera de la carpa que uno dentro”. Será más fácil luego jugar juntos y sincronizados, como las aves, que vuelan en equipo. Al elegido, el líder le hace dos preguntas: “¿Qué podés ofrecer?, ¿qué vas a sacrificar?”. El líder quiere crear más líderes, no seguidores. Líderes que hablen porque “las palabras inician revoluciones”. Pero, ante todo, líderes que actúen, porque “cuando las acciones hablan, las palabras son nada”. Líderes que, aún después de la más dura de las batallas, y del aplauso de miles, barran ellos mismos el vestuario. “Porque nadie cuida a los All Blacks. Los All Blacks se cuidan a sí mismos”.

¿Cómo se construyó la selección de rugby de Nueva Zelanda, entre las más poderosas en la historia de todos los deportes, con un 77,1 por ciento de eficacia en 552 test matches jugados en 113 años y cerca del 90 por ciento ya en la era profesional? “La clave de ‘barrer el vestuario’ -me dice James Kerr, autor de “Legado”- es un antídoto deliberado, los privilegios son el peor enemigo para el alto rendimiento”. Vale para cualquier equipo, responde Kerr cuando le pregunto por el fútbol. Me cita la NBA, donde también hay superestrellas. Habla de cómo Phil Jackson convenció a Michael Jordan. “La fuerza de la manada es el lobo y la fuerza del lobo es la manada”. Y cita a Greg Popovich y San Antonio Spurs. El fútbol convirtió esta semana a Benjamin Mendy en el lateral más caro de la historia: 57 millones de euros. Pienso en el consejo que le dio Marcelo Bielsa cuando hace tres años le dijo ante sus compañeros que sería un número uno. Y le avisó que el éxito podía quitarle felicidad. Mendy dice hoy que Bielsa fue clave. “Me hizo aterrizar en otro planeta”. Pienso también en Ricardo Centurión. En la necesidad de tener un maestro. El maestro que cambió a los All Blacks, dice Kerr, se llama Graham Henry, ex asesor Puma.

Vi siempre cierta simplificación en quienes citan el éxito deportivo como modelo para una empresa o un país. Pero Kerr, nos habla acaso de algo más profundo en “Legado”, su libro sobre los All Blacks que lleva 12 ediciones desde que fue publicado en castellano (Club House). Kerr habla, por ejemplo, de All Blacks que, como método para conocerse mejor, viven haciéndose preguntas. Y no tienen todas las respuestas. De un equipo que recuerda más sus pocas derrotas que sus miles de victorias. Kerr habla también de los rituales como “la puesta en acto de un mito”. El mito del “sacrificio”. “Aquel que hoy derrame su sangre conmigo -escuchan los All Blacks a Enrique V, de Shakespeare- será mi hermano”. El ritual puede ser también desde la sencillez sobre cómo calzarse una media (“Que no quede ni una arruga. La arruga producirá ampollas. Las ampollas harán perder tiempo”) hasta la camiseta. “Jugarás por aquellos que usaron esta camiseta antes y la dejarás en un lugar mejor”. El legado.

Las rutinas incluyen un “parlamento”, el equipo que delibera a solas tras el partido. Y luego con el video, que deja todo a la vista. Debates sin apuntarse con el dedo, armados a base de confianza y honestidad grupal. Porque, muchas veces, como dijo Muhamad Alí, “no son las montañas las que te fatigan, sino la piedra en tu zapato”. Y, además, porque, aún en plena cumbre, habrá que volver a cambiar. Aprender siempre. Si cada jugador crece un mínimo de 5 por ciento, la mejora del porcentaje colectivo ayudará a ese juego de pulgadas mínimas, pero que, en la alta competencia, explican la diferencia entre “ganar o perder”. Otra rutina central es el entrenamiento del jueves bajo presión. “Llevar el cerebro a situaciones de estrés y poner a prueba la capacidad de tomar decisiones”. Repetir hasta automatizar. Hasta hacerlas de modo inconsciente. “Si un ciempiés tuviera que pensar en mover sus patas de modo correcto -dice Nick Bolletieri, entrenador de tenis- se paralizaría”.

Muchos creen que el objetivo central del haka es intimidar al rival. O marketing. Es no saber que, para Nueva Zelanda, un país de apenas 4,5 millones de habitantes, los All Blacks representan mucho más que un equipo. Y no saber que el haka, que conecta con los ancestros, es mucho más que una simple danza tribal maorí. “Mi ejército -dijo Oliver Cromwell- sabía por qué peleaba”. Los All Blacks saben por qué juegan. “Lo que importa -dice Kerr- es la identidad del equipo; no tanto por lo que los All Blacks hacen, sino quiénes son, qué representan y por qué existen”. Kerr cita un proverbio griego: “Una sociedad se hace grande cuando los ancianos plantan árboles que nunca verán”. Y cuenta que cada nuevo All Black recibe un libro que recuerda historia, héroes, valores y pautas del equipo. El resto de las páginas está en blanco. Para que el recién llegado las llene con su propio legado.

Fuente: www.lanacion.com.ar

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