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El COVID-19 Como Agente De Transformación Cultural

Por Guillermo Barreto

En uno de sus trabajos, Edgar Schein define a la cultura como “un patrón de supuestos básicos compartidos que el grupo aprende en la medida que resuelve sus problemas de adaptación externa e integración interna, que los ha trabajado lo suficiente para ser considerados como válidos y, por lo tanto, dignos de ser enseñados a los nuevos miembros como la forma correcta de percibir, pensar y sentir en relación con esos problemas”.

El impensado COVID-19 provocó un impacto social y económico tan repentino y de tal magnitud que obligó a replantear los hábitos de trabajo, herramientas, y modos de relacionamiento en la gran mayoría de las organizaciones.

Cuándo pasen los años y miremos la crisis por el espejo retrovisor, ¿podremos reconocer nuevos “supuestos básicos compartidos” aprendidos a partir de los modos en que estamos resolviendo los “problemas de adaptación externa e integración interna” que desencadenó la pandemia?

Escucho a algunos clientes y colegas decir que muchas herramientas y prácticas adquiridas a velocidad de rayo en la cuarentena, llegaban para quedarse. Por ejemplo, que el teletrabajo podía ser una modalidad elegida aún después del confinamiento, o Zoom la herramienta para seguir haciendo las reuniones o entrevistas en el futuro para ahorrar costos de desplazamiento y tiempo.

En su definición, Schein destaca un elemento indispensable: “…que los ha trabajado lo suficiente para ser considerados como válidos y, por lo tanto, dignos de ser enseñados a los nuevos miembros como la forma correcta de percibir, pensar y sentir en relación con esos problemas”.

Aunque recién llevamos vistos los primeros minutos de una película de final -y duración- incierto, estoy seguro de que en las vivencias compartidas en las últimas semanas podemos hallar insumos para “trabajar” las respuestas dadas. Prestar atención a las nuevas prácticas y su impacto, encontrar el momento para preguntar y preguntarse por qué funciona lo que funciona, y promover la reflexión en la acción, será la punta del ovillo para comenzar a elaborar nuevos consensos sobre los cuales construir las nuevas síntesis de creencias y prácticas para abordar el negocio.

El ejercicio del liderazgo servicial, capaz de combinar el desafío a las capacidades con el respeto por las posibilidades, la obligada confianza en delegación de autonomía, el protagonismo y potencial revelado por los colaboradores en su continua adaptación al cambio, el aprendizaje colaborativo, la disposición permanente a la práctica de ajustar y renovar acuerdos, la preocupación por cuidar los recursos escasos, y el cuidado del vínculo con clientes y proveedores, son experiencias concretas que encierran la oportunidad de poner en cuestión las certezas y creencias con las que operamos hasta ahora y hacer explícitos nuevos valores puestos en acción.

La 1ra ola del tsunami ya paso, logramos mantenernos a flote, y ahora estamos atravesando la 2da ola, procurando estabilizar las nuevas rutinas para lograr la máxima productividad posible mientras dura la precariedad y la incerteza.

Mas temprano que tarde, tenemos que planificar la 3ra ola, el regreso a la orilla de una nueva “normalidad”, que implica diseñar el modelo de negocios sustentable en el nuevo escenario post pandemia. Y no puede estar ausente en el diseño, la reflexión sobre cuáles serán las creencias y supuestos en los que vamos a fundar las estrategias, estructuras, procesos y prácticas para abordar el negocio en el futuro cercano.

Hemos visto repetidas veces, como ambiciosos procesos de transformación cultural dejaron como única huella perdura algunos cuadros en los muros, cada vez que las creencias y valores declamados no se materializaron en prácticas concretas, visibles, enseñables y exigibles.

También comprobamos lo inútil del esfuerzo por adoptar nuevos modelos de gestión o herramientas -valiosos en sí mismos-, cuando no resultaron representativos de las creencias en uso tal como las podía experimentar cualquier trabajador en la base de la pirámide.

Hoy tenemos la oportunidad de hacer realidad la convicción de que la cultura no es un intangible, que es un insumo clave de los negocios, y que agrega valor genuino y sustentable cada vez que logramos hacer síntesis entre nuestras creencias y prácticas.

Y lo que tal vez resulte irrepetible, es que hoy nos toca ser actores protagónicos de una transformación que parece inevitable porque condicionará la supervivencia.

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